La compasión es una virtud que transforma la manera en que vemos y tratamos a los demás. Va más allá de un simple sentimiento de lástima o pena; es un profundo interés por el bienestar del otro, acompañado de la disposición a actuar para aliviar su dolor o necesidad. En un mundo donde muchas veces predomina la indiferencia, la compasión se convierte en un reflejo del carácter de Dios y una poderosa herramienta para sanar corazones.
1. ¿Qué es la Compasión?
La compasión es un sentimiento de empatía y amor hacia las personas que sufren, que impulsa a hacer algo para ayudarlas. No se limita a observar la necesidad, sino que nos lleva a movernos a favor del necesitado, reflejando misericordia y bondad.
La Biblia nos muestra a Jesús como el ejemplo perfecto de compasión. En varias ocasiones, al ver multitudes desamparadas o personas con dolor, “tuvo compasión de ellas” (Mateo 9:36; Marcos 6:34). Jesús no solo sentía compasión, sino que actuaba: sanaba enfermos, consolaba a los que lloraban, alimentaba a los hambrientos y mostraba amor a los rechazados. Su compasión lo llevaba a transformar vidas.
2. ¿Cómo Nace la Compasión?
La compasión verdadera no es solo un rasgo natural; se desarrolla y se fortalece cuando el corazón es transformado por el amor de Dios y aprendemos a mirar al prójimo con sus mismos ojos de misericordia. Su origen puede entenderse en tres aspectos:
a) Nace del amor de Dios en nuestro corazón
La compasión surge cuando experimentamos el amor y la gracia de Dios en nuestra propia vida. Al comprender cuánta misericordia hemos recibido, aprendemos a extender esa misma misericordia a otros.
“El amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo” (Romanos 5:5).
b) Nace de la empatía hacia el sufrimiento ajeno
La empatía nos lleva a ponernos en el lugar del otro y sentir su dolor como propio. Un corazón sensible al sufrimiento ajeno se mueve a ayudar, consolar y servir.
“Gozaos con los que se gozan; llorad con los que lloran” (Romanos 12:15).
c) Nace de la humildad y la ausencia de egoísmo
Cuando dejamos de pensar solo en nosotros mismos y abrimos los ojos a las necesidades de los demás, la compasión brota naturalmente.
“No mirando cada uno por lo suyo propio, sino cada cual también por lo de los otros” (Filipenses 2:4).
3. La Compasión que Transforma
La compasión no se queda en un sentimiento, sino que se manifiesta en acciones concretas: compartir con el necesitado, escuchar al que sufre, apoyar al débil y brindar palabras de esperanza. La compasión es amor en movimiento, reflejando el corazón de Cristo en un mundo lleno de dolor y soledad.
La compasión es más que un valor humano; es un don divino, un reflejo del carácter de Dios en nuestra vida. Nace del amor que recibimos de Él, crece en la empatía hacia los demás y se fortalece en la humildad que nos lleva a servir. Cada acto de compasión es una semilla de esperanza plantada en el corazón de alguien más, y un recordatorio de que el amor verdadero siempre busca aliviar el dolor ajeno.
Pastor Rammy Robles