En un mundo que constantemente nos impulsa hacia la ambición, el éxito personal y la autopromoción, es fácil comenzar nuevos proyectos o metas sin detenernos a hacer una pregunta crucial:
¿Qué o quién está impulsando mis iniciativas?
Esta pregunta, tan simple como profunda, puede ayudarnos a discernir la verdadera motivación detrás de lo que hacemos, ya sea en el ministerio, los negocios, las relaciones o el crecimiento personal.
Dos posibles fuentes de motivación
Toda iniciativa que nace en nuestro corazón está influenciada por una de dos fuentes:
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La voz del enemigo
Satanás puede impulsarnos a actuar con el objetivo de alimentar el ego, construir una imagen propia o perseguir el éxito sin tener en cuenta a los demás. Estas iniciativas, aunque a veces parezcan buenas por fuera, suelen estar fundamentadas en el orgullo y la autosuficiencia. Su propósito final es la autoglorificación.
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La voz del Espíritu
Por otro lado, cuando Dios obra a través de su Espíritu Santo, nos inspira a tomar iniciativas no para nuestra gloria, sino para servir, bendecir y edificar Su Reino. Estas iniciativas guiadas por el Espíritu se caracterizan por la humildad, el propósito y un profundo deseo de amar a los demás a través de nuestras acciones.
¿Cómo saber la diferencia?
Una forma práctica de evaluar nuestras motivaciones es reflexionar sobre dónde invertimos nuestro tiempo y energía. ¿Nos enfocamos más en el desarrollo personal para lograr reconocimiento, o buscamos crecer espiritualmente y depender más de Dios?
Las iniciativas nacidas del Espíritu suelen ir acompañadas de oración, reflexión y entrega. Tal vez no sean las más ruidosas o impresionantes, pero sí dan frutos duraderos.
Un ejemplo bíblico: David
La vida del rey David ofrece un ejemplo poderoso. En 2 Samuel 8:6 (RV60) leemos:
“Puso luego David guarnición en Siria de Damasco, y los sirios fueron hechos siervos de David, sujetos a tributo. Y Jehová dio la victoria a David por dondequiera que fue.”
David fue un hombre de acción, estrategia y liderazgo. Pero lo que lo diferenciaba no era solo su habilidad, sino quién guiaba sus iniciativas. La Escritura lo deja claro: “Jehová dio la victoria a David por dondequiera que fue.” El éxito de David no era fruto de su ambición personal, sino del respaldo de Dios a su obediencia.
Una invitación a examinar nuestro corazón
Esta reflexión nos invita a detenernos y preguntarnos:
¿Mis metas actuales son inspiradas por Dios o están motivadas por el yo?
¿Estoy buscando mi propio éxito, o estoy construyendo algo que honra a Dios y sirve a los demás?
¿Dedico más tiempo a prepararme para agradar a los hombres o a crecer espiritualmente en dependencia del Señor?
Cuando rendimos nuestras iniciativas al Señor, Él hace mucho más de lo que podemos pedir o imaginar. No solo nos guía, sino que también nos sostiene en el camino.
Permite que sea Dios quien impulse tus pasos. Que el Espíritu Santo guíe tus ideas, tu visión y tu misión. Así, tus esfuerzos tendrán un impacto eterno.
Si esta reflexión habló a tu corazón, compártela con alguien. Inspiremos a otros a avanzar, no por el ego, sino por el Espíritu.
Pastor Rammy Robles